Vivimos en un país de arquitectura caótica; el urbanismo y la arquitectura no se alían e integran con el entorno, sino que lo destruyen. No hay cultura urbanística, hay cultura del ladrillo; no hay respeto por el medio ambiente, hay especulación inmobiliaria. Y pasó lo que tenía que pasar: la burbuja explotó.
Esto nos he llevado a una profunda crisis; la economía de un país no debe basarse en la especulación. Pero quizás es lo mejor que ha podido pasar. A veces es mejor tocar fondo para coger impulso y empezar con energías renovadas, para «resetear».
Almudena de Benito es arquitecto y su profesión le entusiasma, pero detestaba de ella el hecho de que se había convertido en un mero negocio y había perdido su razón de ser: mejorar la vida de las personas y su entorno. La arquitectura estaba viviendo al margen de la sociedad; se construía sin tener en cuenta las necesidades de la gente y de su entorno. Pero lejos de convertir esta actitud crítica en una mera protesta inerte decidió buscar una solución que estuviese al alcance de su mano para poder poner un pequeño grano de arena a tamaño problema. Y vio que la mejor solución era atacar el problema desde la raíz, desde la educación de las generaciones venideras, ya que en España, al contrario que en otros países, hay un vacío en el programa educativo en lo que respecta a la arquitectura y medio ambiente.
Y así fue como nació Chiquitectos: «un proyecto lúdico y educativo para despertar en los niños el interés por la arquitectura, el entorno, la ciudad y el desarrollo sostenible…para que los niños entiendan que la arquitectura no es sólo construir, también es resolver problemas»
Los referentes que Almudena de Benito tomó para crear Chiquitectos fueron la escuela Arkki en Finlandia así como iniciativas en otros países como EEUU o Reino Unido (archikids, Arquitecture & Children), donde si existe una cultura urbanística y un programa educativo que la tiene muy en cuenta.
Con los talleres no se pretende formar futuros arquitectos, sino enseñar el lenguaje de la arquitectura a los niños y la importancia que esta disciplina tiene en nuestra vida cotidiana para que arquitectura y sociedad puedan, en el futuro, ir de la mano.