Huellas
Proyecto: Proyecto personal. Realización de una serie de fotografías de casas abandonadas en el pueblo de Amiudal. La serie reflexiona sobre el paso del tiempo y el cómo los objetos, “las huellas” que dejamos atrás hablan de nuestro modo de vida; de la memoria histórica.
Autor: Sandra González.
Etiquetas: fotografía.
Descripción:
El origen del placer estético de la ruina, testimonio honesto del poder arrollador del tiempo o de la capacidad destructora del ser humano se encuentra en los 600 años del uso artístico de la ruina que nos preceden. La ruina es una categoría simbólica que nace con el Renacimiento y se desarrolla sobre todo en la pintura y en la poesía, pero también en las artes escénicas y el paisajismo. Lo que anteriormente era percibido como meros restos sin el menor interés, en el Renacimiento adquieren un valor simbólico fundamental. Este cambio es debido a una transformación en la percepción del tiempo. El hombre del Renacimiento fue consciente de que estaba viviendo una era esplendorosa y esto le incitó a compararse con otras épocas, sobre todo Roma y Atenas. El pintor renacentista comienza a introducir ruinas clásicas en sus obras para crear una asociación entre su presente y un paisado glorioso.


La ruina simboliza en la historia cultural del ser humano, aspectos nobles, de transformación, de mejora, de memoria, de renovación. Se convierte en un referente romántico, en una representación del desarrollo a lo largo del tiempo.
Las ruinas conmemoran la naturaleza efímera de todas las cosas así como los poderes limitados del hombre. Es la imagen negativa de la Historia y un aspecto necesario de ella. El borrar la descomposición o la conciencia de descomposición, es borrar la comprensión de esa relación que se desenvuelve entre todas las cosas, de la oscuridad a la luz, de la vejez a la juventud, de la caída al levantamiento.


Viéndolo de otra manera, todo es la ruina de lo que le precedió. Una mesa es la ruina de un árbol, una figura tallada es la ruina de la piedra donde se esculpió y una ciudad es la ruina del paisaje de donde surgió. Imaginarse la metamorfosis que es la vida en nuestra tierra, en toda su inmensa escala, es imaginarse tanto la creación como la destrucción.


Las ruinas que deja el hombre a lo largo de su experiencia vital son el resultado de sus acciones que se encuadran dentro de una cultura, modo de vida y un contexto histórico determinado. Por lo tanto son huellas, testimonio de lo que allí sucedió y se vivió; son memoria histórica, retales de tiempo congelados.


Este trabajo no muestra tanto la ruina por su placer estético, que también lo tiene, sino por su valor social y antropológico. A través de ella se relata unas costumbres, condiciones de vida y tradiciones (en este caso del rural gallego, ejemplarizadas en los restos de las viviendas de 3 habitantes, ya fallecidos, de Amiudal) que se están perdiendo.


El hecho de fotografiar estas ruinas de mi pueblo supuso para mí una forma de ponerlas en valor (llevan décadas a la intemperie sin que nadie se interese por ellas), de rescatarlas, de hacer algo por que no caigan en el olvido, de intentar darlas a conocer, de que el mundo se “detenga” un momento y se fije en ellas; de ver lo honestos que eran esos modos de vida a pesar de su precariedad y humildad; de ver cómo la gente era capaz de salir adelante con tan pocos recursos (cosa hoy en día impensable). Quiero transmitir con su visión la misma sensación de “tiempo detenido” que tuve yo al estar allí y de provocar la misma reflexión que yo tuve, sobre la velocidad del mundo en que vivimos que nos lleva a no apreciar esas pequeñas cosas. No las valoramos, no las recuperamos y vivimos cada vez en un mundo más individualista, consumista e insostenible.